sábado, 19 de noviembre de 2011

El baile y el chisme como estética en las comunidades negras de ocupación de Apartadó *

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La situación cultural de los niños y jóvenes de la comunidad afrodescendiente de los barrios Obrero, La Chinita y las diferentes Comunas de Apartadó es particularmente difícil. La mayoría de ellos pertenecen a familias que llegaron a la zona en busca de una oportunidad económica de subsistencia; por desplazamiento forzado a causa de diferentes tipos de violencia. Las familias abrieron un espacio entre zonas inundables y monocultivos de banano, se radicaron allí, crearon sus residencias en cambuches, crearon una pseudo-urbanización y luchando frente a las adversidades, con el apoyo de grupos armados como el EPL (Ejercito Popular de Liberación) y grupos políticos como el EPL (Esperanza, Paz y Libertad) se la jugaron con las coyunturas sociales y allí se fuerón estableciendo, invadiendo propiedad privada, con todas las adversidades crearon barrios (barrio obrero, barrio policarpa salabarrieta, entre los que recuerdo). Hoy estos barrios componen lo que algunos llaman la ocupación más grande de latinoámerica(1), cuyos habitantes están en un proceso de arraigamiento y superación de su condición de marginalidad.










Lo que he percibido, es que hay un fuerte impulso por sobreponerse a la violencia tradicional, una especie de instinto de supervivencia que les hace condenar de forma tajante la presencia de grupos armados en su comunidad. Frente a la inminencia del alistamiento de jóvenes en estos grupos, se han creado iniciativas realmente admirables (Mambrú no fue a la guerra). No obstante la violencia en el lenguaje es inherente a su condición; son comunidades pacíficas que manejan expresiones de violencia verbal, trasgresión corporal y agresividad en su vida cotidiana.

Acá valdría la pena recordar, la discusión sobre la capacidad de creación de los individuos en circunstancias adversas, esta discusión se ha llevado a cabo en diferentes contextos acerca de la necesidad de ciertos mínimos de confort y calidad de vida para la creación, enfrentada a la idea de un creador que se sobrepone a una vida difícil y que precisamente crea como una forma legítima de resistencia; como una condición, un ejemplo tradicional es Karl Marx. Por otro lado, Jaques Rancière se refiere a una idea de “la libertad del juego (que es el arte) opuesta a la servidumbre del trabajo”(2) y pone el siguiente ejemplo: “Incluso Voltaire lo reconocía: las personas vulgares no tienen los mismos sentidos que las personas refinadas . El poder de las élites residía entonces en la educación de los sentidos frente a los sentidos sin refinar, en la actividad frente a la pasividad, en la inteligencia frente a la opinión”(3).

En este contexto las comunidades negras de ocupación en Apartadó, en medio de las difíciles situaciones que deben enfrentar a diario, exteriorizan sus vivencias de acuerdo a sus posibilidades, a su educación y la disposición que tienen para ello. En éste escrito me referiré a dos manifestaciones culturales propias de las comunidades negras de ocupación en Apartadó: el baile y el chisme.


I. El baile

Es resultado de una idea fundamental, el cuerpo es la herramienta básica de expresión y de creación. En este caso esa idea también responde a la carencia de otras herramientas para la creación, en términos prácticos, es más facíl acceder a la danza que las otras disciplinas creativas, ya que las otras requieren materiales y conocimientos específicos sobre el manejo de ciertos instrumentos o herramientas, lo que las hace más excluyentes.

El cuerpo y la danza, temáticas que aparecen en el currículo de arte para diferentes grados en los colegios del municipio, deben repensarse. Pero antes, me referiré a un ejemplo que considero similar y, debo confesarlo, inspiró éste escrito: el documental “Rize”, dirigido por el francés David Lachapelle nos muestra un fenómeno cultural surgido desde las comunidades de negros que viven en ghettos en California, en algunas partes del documental, ellos, los protagonistas del documental, se refieren a su práctica como “un arte auténtico y originario”. Estas comunidades han desarrollado una forma de bailar y lo que es mejor, un campo específico de este arte, denominado “battle zone” que es un encuentro de pequeñas mafias del entretenimiento y animación de fiestas caseras dentro del ghetto. Estas “battle zones” son un ejemplo de cómo los jóvenes que viven en un contexto adverso, toman una opción de vida tendiente a la cultura y se ganan el sustento en empresas de servicios de entretenimiento a la comunidad. Esto es un ideal, ya que un joven empieza a ser reconocido en su comunidad por su participación cultural y no por su participación en actividades delictivas.

En Apartadó he podido trabajar con la comunidad en una de las pocas organizaciones semiprivadas dedicadas a la cultura y el entretenimiento en el municipio: Camaleón de Urabá. Allí, como en muchas iniciativas culturales de nuestro país, las cosas se hacen de puras ganas, los recursos aparecen de obra y gracia del espíritu santo y los artistas se alimentan de aplausos y ovaciones. Estos artistas son jóvenes, quienes sin ningún tipo de formación, algunos de ellos con un bachillerato abandonado, se aplican con disciplina a sus juegos de cuerpo, de acrobacias, de voz, de tambores, de pintura corporal, de zancos y clarinetes. Éstos jóvenes responden a las indicaciones de su directora, quién los conduce hacia el teatro tradicional de la puesta en escena dramática, mientras ellos, en los espacios entre uno y otro ensayo, cantan rap, reggaetón, trovas paisas, bailan el perreo y “hechan caspa” (chisme).

En el colegio, los profesores luchan para que, entre las propuestas culturales que surgen desde los alumnos, haya algo que no sea rap, reggaetón y perreo. Una de las experiencias más ricas que tuve como profesor, fue precisamente de la mano de Camaleón de Urabá, cuando después de gritos y sesiones de ensayos que parecían batallas campales, en los que tuve que luchar con el habitual desorden y descontrol de los estudiantes y con una fuerte presión sumada a la motivación del reconocimiento público se logro organizar grupos de teatro que presentarían la “maratón de teatro del San Pedro Claver”.

La experiencia de uno de los grupos, a pesar de todo exitosa, fue singular, se presentó la puesta en escena al público, quién la recibió con cierta indiferencia, en los minutos finales una joven estudiante/actriz, Kelly Álvarez(4), se me acercó y me propuso hacer una improvisación en la escena final “para darle más fuerza al trabajo”; me dijo que le pusiera una música que rápidamente me pasó en una memoria USB. La escena final estaba por acabarse, el público bostezaba, yo puse la música que resulto ser un reggaetón y ella salió a escena e hizo una demostración corporal, que no era novedosa, que más bien es ya tradicional entre estudiantes. Lo único raro fue que esta vez ella lo hacía sola, en una tarima del auditorio más prestigioso del municipio y con un público expectante que respondió sin condescendencia por aquello que nosotros buscábamos, esa tal “formación de públicos”, los asistentes se levantaron de sus sillas, algunos de ellos se pararon en las mismas y empezaron con gritos y chiflidos a demostrar su aprobación; su cultura. La intervención siguió su curso por algunos minutos y frente al miedo de perder el control del proceso pedagógico y que nuestro pseudo auditorio fuera a convertirse en una plaza de mercado en ruinas, se le bajo paulatinamente el volumen al reggaetón y la euforia y la bailarina fueron mermando su improvisación paulatinamente, al mismo tiempo que la desorganización se ahogaba (y la aburrida organización sobrevivió).



II. El Chisme

En el segundo caso, el chisme, práctica condenada institucionalmente; entendida como perjudicial para la convivencia, pero que también se ejerce de forma implícita en diferentes dimensiones de la vida cotidiana de las personas, que con a través de rumores desafían a las representaciones dominantes y permiten movilizar a la comunidad, como articulación política, en la lucha por el reconocimiento de derechos culturales y territoriales(5).

Experiencias como el baile improvisado de Kelly Álvarez me han confirmado algo que ya se percibe de forma evidente en el diario vivir de los habitantes de la comuna, la existencia de una práctica creativa espontánea, que debido a la educación institucionalizada como política de penetración cultural foránea (hay que seguir los lineamoentos de MEN que a su vez obedece del LTC), tiende a invisibilizarse. Por ejemplo, en el municipio los jóvenes producen su propia música remezclando canciones de diferentes procedencias. Dicha música es distribuida de mano en mano, como el chisme que recorre toda la zona bananera en unas horas de boca en boca, ya se sabe quién ganará las elecciones, por quién hay que votar, quién será el próximo Secretario de Educación, etc.

Esa música auto-producida que se socializa como un chisme, se hace institución en algunos eventos como los torneos de porrismo que se celebran en el coliseo del municipio. Lastimosamente, ni los colegios, ni las instituciones gubernamentales como Secretaría de Educación y Cultura apoyan estas prácticas. Al contrario, se les niega la posibilidad a sus integrantes de participar a nombre de las instituciones en dichos eventos. Se debe admitir entonces que la institución censura y que manifestaciones culturales como esta, están, por ahora, alentando la idea de un arte al margen; un arte de los marginados.

El papel de los profesores en este proceso es fundamental, se debe alentar la creación de un arte integrador, es decir, un arte que responda a las necesidades de la comunidad, como son identidad, reconocimiento, arraigo. Como ya sabemos, estas prácticas toman forma desde una tradición de violencia y como es de esperarse, manejan un lenguaje agresivo y avasallador. Es menester iluminar estas prácticas, criticando y analizando dicho lenguaje violento, para primero entenderlo, así valorarlo como una catarsis de la violencia factible, convirtiéndola en un lenguaje a investigar para poder plantear una “zona de guerra” sin muertos, ni víctimas.

Lastimosamente, el lenguaje violento, desordenado y descontrolado, entendido como una manifestación cultural, corresponde a vicios como el malgasto en los recursos públicos, la corrupción, la imposición por la fuerza de una autoridad ilegítima y demás problemas sociales y políticos. Por lo anterior, considero necesario, que además de reconocer dichos lenguajes violentos, debemos criticarlos, es decir, estar en disposición de transformarlos -no suprimirlos o reemplazarlos-, para que del desorden y el descontrol, provenientes tal vez, del ejercicio catártico original, abra paso a una disciplina. Finalmente, la esperanza de valorar esta riqueza espontánea (bruta), va encaminada a transformarla en un arte, entendido éste como una disciplina lo suficientemente profunda y ética, para que por sí misma exija un público crítico, participativo y respetuoso.

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* Este texto resultó después de un proceso de 8 meses (marzo-noviembre) viviendo en está comunidad, trabajando como profesor de arte en un colegio público de la comuna. Institución Educativa San Pedro Claver, Apartadó, Barrio Obrero, Departamento de Antioquia, Colombia.

1. Avendaño, Maryluz. Urabá, una historia de invasión de la tierra. Bogotá: El Espectador, 10 Mayo 2011. En línea http://www.elespectador.com/impreso/nacional/articulo-268820-uraba-una-historia-de-invasion-de-tierra

2. Rancière, Jacques. Sobre políticas estéticas. Barcelona: Museo de Arte Contemporáneo; Universidad Autónoma de Barcelona, 2005. pág. 9.

3. Íbid , pág.10

4. Estudiante del grado 7B del IE San Pedro Claver, Apartadó.

5. Oslender, Ulrich. “discursos ocultos de resistencia: Tradición oral y cultura política en comunidades negras de la costa pacífica colombiana”, Bogotá: Revista Colombiana de Antropología, Volumen 39, enero-diciembre 2003, pp. 203-235