domingo, 2 de febrero de 2014

Presto andante


Reseña del capitulo VII, Andares de la ciudaddel libro La invención de lo cotidiano, 1 Artes de hacer de Michel de Certeau 


A continuación haré una reseña dónde comentaré los temas y cuestiones, a mi juicio más notables, planteados por el Michel De Certeau en el capitulo VII, Andares de la ciudad, de su obra de 1946, libro titulado La invención de lo cotidiano, 1 Artes de hacer, libro que he leído en traducción de Alejandro Pescador, segunda edición del 2007 de la Universidad Iberoamericana, Biblioteca Francisco Xavier Clavigero. 



El texto ha sido referido en algunas páginas de internet y por algunas traducciones simplemente como “caminar por la ciudad” y se ha convertido en un texto paradigmático de los estudios urbanos debido a lo que yo definiría como un carácter retador frente a las formas tradicionales para entonces (1946) de conceptualizar el concepto “poder” y “disciplina”, tomando como antecedente las teorías de Michel Focault, para quien el espacio social era un espacio de lucha o tensión entre poderes, habiendo un poder normativo que tiende a disciplinar a los sujetos y una tendencia a hacia la resistencia a dicho poder; llevado al terreno de lo cotidiano contrapuesto a las diferentes formas, para ese momento, relevantes de escritura de la historia, donde primaban los estudios sobre procesos sociales a partir de las biografías de personajes notables y su intervención en la dimensión de lo público, dejando de lado, para la escritura de la historia, la investigación sobre prácticas cotidianas como el consumo, la conversación, la cocina y para este caso concreto, el caminar.

Este capitulo plantea la limitación de algunas visiones totalizantes de la ciudad, visiones donde no podemos encontrar a individuos, subjetividades y cómo el autor lo refiere texturas y huellas, poniendo un ejemplo una vista desde la ventana del piso 110 de uno de los edificios de New York. El autor nos sugiere atrevernos a otra espacialidad para reconocer la ciudad, la espacialidad de lo cotidiano de las vistas a ras de piso, en donde es necesario caminar y encontrarse o desencontrarse con lo trashumante y a través de esa práctica de reconocimiento dar cabida a una nueva forma de entender la ciudad; una definición que vaya más allá de esa idea de una ciudad planificada y legible.

El texto se divide en tres partes, la primera, titulada Del concepto de ciudad a las prácticas urbanas, informa como en antes de la edad media la ciudad más que un concepto normalizado era una práctica, un hecho social, no obstante los discursos de urbanismo, disciplina relativamente nueva (refiriéndose al modernismo como un hito en este campo) definida por una triple operación: 

  1. La producción de un espacio propio, que yo entendería como la regulación del espacio privado. 
  2. La sustitución de las resistencias, que siguiendo lo anterior, se refiere a las restricciones policivas a la apropiación y subversión del orden establecido. 
  3. La creación de un sujeto universal, que yo pensaría corresponde a ese imaginario renacentistas del hombre que puede acceder democráticamente a toda la información y conocimiento disponible desde su lugar, en la ciudad.
Después del breve repaso y resumen que conduce a la anterior conceptualización el autor se refiere a un retorno, de los conceptos, nuevamente a las prácticas. Acá vale la pena entonces, según creo, pensar en esa discusión que abren los estudios trans-disciplinarios, en lo que en principio se entiende como la dicotomía Teoría vs. Práctica. Esta discusión ha sido abordada a su manera por muchos otros autores (Jhonsons, H.K. Bhabha y J.Rancière entre otros) posteriores haciendo algunos aportes, que podrían verse sugeridos por De Certeau en algunas líneas 
“La ciudad-concepto se degrada. ¿quiere decir que la enfermedad padecida por la razón que la ha instaurado y por sus profesionales es la misma que padecen las poblaciones urbanas? Tal vez las ciudades se deterioran al mismo tiempo que los procedimientos que las han organizado. Pero hay que desconfiar de nuestros análisis. Los ministros del conocimiento siempre han supuesto que el universo está amenazado por los cambios que estremecen sus ideologías y sus puestos. Transforman la infelicidad de sus teorías en teóricas de la infelicidad. Cuando transforman en “catástrofes” sus extravíos, cuando quieren encerrar al pueblo en el pánico de sus discursos, ¿es necesario, una vez más, que tengan razón?”[1] 

En la segunda parte del texto, titulada Hablar de los pasos perdidos, De Certeau se refiere “al cómo” de su propuesta para caminar, reconocer y redefinir la ciudad. Dice que hay que hacer una historia a ras de suelo, para así poder reconocer más que el trayecto o la ruta de un supuesto caminante, algo que podríamos seguir con un GPS (De Certeau se refiere a la cartografía y la geografía); en cambio, rastrear a ese caminante buscando hacerse sensible a sus huellas y al peso variable de ellas, que llevan a lugares no necesariamente localizables en un espacio cartográfico.

Así como el espacio gráfico de la cartografía es insuficiente para abarcar esa experiencia de huellas, algunas pesadas otras ligeras; De Certeau propone comparar el caminar con el hablar o más específicamente el enunciar, como un arte, que análogo al andar tiene una triple función: 

  1. Lo presente, tomando como ejemplo el emplazamiento de una pared en una ciudad, se trata de un hecho que de alguna manera indica un sendero y traza una ruta al paseante.
  2. Lo discontinuo, es esa práctica del peatón al saltar el muro, al rodearlo de una forma particular o incluso al hacer marcas e intervenciones sobre el mismo.
  3. Lo fatico es algo que De Certeau no explica con el muro, debido a lo que el define como la insuficiencia del lenguaje gráfico, y que en términos de enunciación verbal define como “la función de términos que establecen, mantienen o interrumpen el contacto, tales como “¡hola!”, “¡bien, bien!”, etcétera. La marcha, que unas veces persigue y otras se hace perseguir, crea una organicidad móvil del medio ambiente. <…> esfuerzo por asegurar la comunicación, ya característica del lenguaje de las aves parlantes del mismo modo que constituye la primera función verbal adquirida por niños, no sorprende que anterior o paralelamente a la elocución informativa, también brinque, ande en cuatro patas, baile y se pasee, pesada o ligera, como una serie de “¡hola!” en un laberinto de ecos.”[2] La anterior cita, como señalé anteriormente, sugiere una aproximación a formas de abordar la relación entre teoría y practica, tanto que autores como Gilles Deuleze y Felix Guattari parecen tomar prestado para su obra Mil mesetas el mismo ejemplo del niño que canturrea en la oscuridad para vencer el miedo que siente, usando ese Rittornelo de !hola, hooolaa, ho, laaaaa, hoooo, la, ho, laaaaaa!.
  
Finalmente, en la tercera parte del texto el autor desarrolla Mìticas: lo que hace el andar, texto que sigue, trata de responder a la pregunta ¿por qué andar la ciudad? Que es también la pregunta sobre esa apuesta a redefinir la ciudad. La respuesta inmediata que nos da el autor es que el peatón se hecha andar cuando no tiene lugar, como un proceso indefinido de estar ausente, caminando en pos de algo propio” en ese punto De Certeau se refiere a los nombres de las calles como al nombre propio, señalando que esos nombres para el peatón han dejado, precisamente, de ser propios.

Pero esa ausencia o carencia de lo propio se refiere a lugares que pueden desplegarse y hacerse próximos, para ejemplificar esto el autor se refiere a la expresión “me siento bien aquí”, un reconocimiento que es una práctica del espacio, en la cual se reconoce, como en el canturreo del niño una repetición, que se puede ejemplificar en la memoria, como una vuelta a la tradición: repetir una experiencia de infancia.

Recuerdo en este punto, a propósito de la analogía propuesta por De Certeau entre andar y enunciar; las palabras del investigador Ricardo Toledo, quien refiriéndose a ese cúmulo de conceptos sobre procesos urbanos llega a la palabra alemana “dasein” que en traducciones de Heidegger hemos entendido como “estar ahí” y que Toledo, revisando los procesos locales y tradicionales de conformación de barrios por movimientos migratorios al interior de nuestro país y utilizando un dialecto local, redefine “estar en la jugada”[3].    


[1] De Certeau, Michel, “La invención de lo cotidiano. 1 Artes de hacer”, Universidad Iberoamericana – Biblioteca Francisco Xavier Clavigero, México, 2007. Pág. 107-108.
[2] Op.cit. Pág. 111
[3] Toledo, Ricardo, resistencia y esperanza, fuerzas que fundan un hogar. Conferencia leída en el marco del Primer encuentro, Historia, Arte y Poder, pensar la historia del arte desde el Sur. Jueves 22 al 24 de agosto del 2013, Departamento de Artes Visuales, Universidad Javeriana, Bogotá. Disponible en línea: http://www.youtube.com/watch?v=XBegVDtJQqQ&list=FL67P8l2c5PGB5zqbVAUfR0A&index=3

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